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 la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S

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jujo
Aprendiz de Cuentista



Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 08/11/2008

la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S Empty
MensajeTema: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S EmptyJue Nov 13, 2008 3:34 am

primero quiero que sepan que empieso por el capitulo 3 por que el 1 y el todabia no escrito 2, son partes de la historia, que no podian empesar de esa manera. fue gracias a un profesor de literatura. o eso me dijo mi amigo xD
segundo. me temo que voy a tener que recurrir al doble post otra vez por que esta historia es aun mas larga que la de black raptor.




Capitulo 3: Héroes
Héroes.
Personas con habilidades significativas, que suelen aparecer en un momento indicado, en una situación determinada.
-Héroes, necesitan héroes- dice un mendigo, tirado a un costado de la calle. Nadie le presta atención, los magos, los soldados y las personas comunes pasan a su lado, le dedican una mirada y continúan sus vidas.
Las calles de Erenir se agitan, como el agua en un caldero al rojo vivo. Las vidas de sus habitantes serán terriblemente alteradas muy pronto, demasiado pronto, las mareas de la guerra se aproximan y los habitantes del mundo todavía no están preparados para esto. Necesitan héroes, y rápido.
Bapheris podría haber resultado un mundo terriblemente devastado luego de aquella guerra. Una guerra sin precedentes que azotó a una tierra pacifica, llena de vitalidad. Los demonios tuvieron su chance, pero el sacrificio de los elfos logro repelerlos. Un ritual antiguo tuvo lugar en Phest, tierra de un frío incomparable, capaz de helarle los huesos al animal más corpulento y peludo. Los ancianos druidas élficos de Llaminary tomaron toda la fuerza vital de su tierra para canalizarla en ese eterno minuto cuando la verdadera Sombra se asentó en el Continente.
Una gran esfera de una tonalidad verde esmeralda se posó sobre el círculo de druidas, mientras esos antiguos cánticos sagrados subían su volumen y llamaban a la esencia de los elementos mismos para que su hechizo gane consistencia. La Sombra golpeó fuertemente al grupo de druidas que conjuraban la esfera y los lanzó lejos. Los druidas perecieron, pero el deseo conjunto logró mantenerse en pie. La esfera se mantuvo inamovible.
El señor oscuro Ndromel logró desviar gran parte del rayo vital que buscaba disminuirlo, para luego apresarlo en Rhia, la Gran Montaña de Phest. Pero en ese minuto algo falló. Era demasiado tarde para el Señor Oscuro. El descenso de la esfera le pareció eterno a Ndromel, su larga y tormentosa existencia se resumió rápidamente esos incontables segundos que lo separaban de su inminente caída. El mundo sería libre, tendría una nueva oportunidad de redimir sus errores.
Tres largos años pasaron desde esa legendaria batalla y la forja del Sello que restringe a Ndromel dentro de Rhia por toda la eternidad. El mundo es diferente ahora. Los orcos decidieron purificar sus clanes y se dirigieron hacia el sur del continente y en su determinación fundaron Gobadian, hogar de los sicóticos y casi-suicidas ingenieros trasgos, creadores indiscutidos de las tácticas de batalla utilizadas por sus compatriotas. Hogar también de aguerridos orcos, portadores de numerosas cicatrices de guerra, cada una de ellas con una historia digna de ser contada.
Los humanos tomaron a los sobrevivientes y decidieron fundar Erenir, siendo este el bastión de todo su intelecto y de su aprecio por la vida. Campos fértiles eran los que rodeaban a la ciudad, próspera en todos sus sentidos. Hogar de muchas mentes brillantes, Necadim, Froedel y varios, también alberga al joven Valentine, un prometedor aprendiz de mago que ha sido tomado bajo la tutela de Istel, Guardián del Sello.

Valentine era un muchacho joven, de unos 21 años de edad. Su cabello negro estaba bastante largo ya y le caía sobre los hombros. De una mediana estatura y de rasgos comunes, no resaltaría mucho en una multitud. Una curiosidad casi insaciable se contaba entre sus facultades, pero también era un arma de doble filo. Incontables problemas adjudicaba a esa curiosidad.
Valentine e Istel se dan el lujo de una caminata en los Jardines de Erenir. El día era espléndido, el sol brillaba alto en el cielo y la brisa recorría suavemente las ramas de los árboles. Los días venideros no serán iguales a estos, la Sombra se esparcirá por toda la tierra y consumirá todo a su alrededor, todo lo que alguna vez fue puro se transformará en nada mas que cenizas y polvo.
-Maestro, deberíamos investigar nuevamente el Desierto. Intuyo que toda la magia que una vez hubo ahí, toda la magia, debe haber sido canalizada hacia otro punto- dijo Valentine, intentando romper el silencio de la naturaleza.
-Tranquilo muchacho, ya habrá tiempo para que investigues sobre antiguos enigmas del mundo planar, ahora dedícate a revelar y controlar tu poder interior. Luego te daré alguna que otra tarea- respondió tranquilamente Istel, mientras continuaba caminando. El mago sabía que no debía instigar al chico, por lo menos hasta que este preparado.
-Pero, Maestro, esa situación debe resolverse con la mayor prontitud posible. ¿Quién sabe cuando la magia puede retirarse de un lugar y volver a canalizarse en otro?- inquirió el muchacho, desesperado por adquirir mas conocimiento.
-¡Basta Valentine! Todo a su debido tiempo, ya será tu turno.- dijo cortante Istel.
Tenían un largo viaje frente a ellos, la prueba final aguardaba a Valentine. Esa misma noche, Valentine no durmió, un extraño sueño aquejó su perturbado intelecto. Se encontraba totalmente solo en un paraje desolado. En el cual, el viento arreciaba con ímpetu lustrando aquellos restos apenas visibles que brotan de la madre Tierra. Cráneos de bestias y de viejos seres se aprecian a la lejanía, éstos brillando a los Dos Soles, oráculos de la desesperación y la muerte. Antiguos templos, destartalados tótems presagian el fin de la religión única. Los nombres de antiguos guerreros yacen olvidados en la penumbra de mentes nubladas y perversas. Ya no existen límites ni leyes para los pueblos que lograron sobrevivir a la gran devastación y aún habitan aquí.
Es una tierra cruel y devastada. Es un lugar en el que solo los que se hallan en continuo cambio sobreviven. Es el lugar en donde la magia casi se ha extinguido, un lugar sin promesas ni ilusiones. Este es el verdadero desierto. Aquí la magia ha muerto...
-“Termina mi trabajo, Valentine”- dijo una voz profunda y misteriosa que lo acechaba en sus sueños. Despertó bañado en un frío sudor, raros pensamientos merodeaban en su mente. Alternativas, muchas alternativas giraban en su cabeza. Podía presentir algo raro, pero nunca se imaginaría que.
Dicen que todos los magos nacen con el “Tanis”, extraños sueños que acechan en la tranquilidad de la mente, visiones de posibles escenarios que podrían ocurrir o simplemente pedazos de realidad que aparecen mientras el mago duerme. Algunos deciden aceptar estas visiones y actúan acorde y otros las niegan rotundamente, rogando por que se desvanezcan en lo profundo de su subconsciente.
-¡Buenos días, Valentine!- dijo a los gritos Reat mientras sacudía a Valentine fuertemente
-¿¡Qué. quién, cómo!?- vociferó Valentine mientras oscilaba de lado a lado, en un despertar algo agitado.
-Soy yo, tonto, Reat
-Ah, bien. ¿Qué haces aquí?
-Istel me mando a decirte que debemos encaminarnos hacia el puerto lo más rápido posible. Valentine, ¿te sientes bien? Estás algo sudoroso y tus ojos paren raros- preguntó Reat
-¿Eso era hoy? Perdí cuenta del tiempo. Vamos, no queremos hacer esperar a Istel, ¿verdad?- apuró evasivo Valentine
Reat y Valentine salieron corriendo del castillo y se dirigieron hacia el puerto, dónde los esperaba Istel. "¿Debería contarle?" se preguntó a si mismo. Las dudas se arremolinaban en su cabeza, entremezclandose con el raro sueño que todavia estaba fresco ahi.
La isla se encontraba en la helada región del Norte. El viaje era arduo y largo, pero en el timón, estaba el mejor navegante que se haya visto, el Capitán Kett, quién manejaba los mares y océanos a su gusto como si estas no fueran otra cosa que sus juguetes preferido. Olas gigantescas se alzaban, tentadas a destrozar la embarcación a la mitad, pero el Capitán ejerció su oficio a la perfección. La tormenta se ponía peligrosa, los rayos empezaron a caer cada vez más cerca del barco.
-Istel, el Capitán requiere su presencia en cubierta- llamo el tripulante al mago.
-Dile que ya voy. Estaba teniendo un buen sueño.
-Inmediatamente, Señor- reiteró el tripulante.
Istel se despabiló con un par de cachetazos en la cara y se levantó de la litera que era su lugar de descanso temporal. Al intentar salir de la habitación se tropezó con un par de libros de magia arcana en un intento de apresurarse para llegar a cubierta. "¿Reat simplemente... no puede hacerlo?" se preguntó a si mismo. Subió los escalones de a pares y se apareció en la inundada cubierta del barco.
-Istel, ¡era hora! Hace siglos que mandé a llamarte - gritó el Capitán, intentando acallar a la mar tormentosa.
-¿Por que no hemos llegado todavía? Pensé que eras el mejor, que conocías el camino de memoria.- preguntó el mago.
-Porque no... Está complicado el asunto, no es tan fácil como parece. Los magos siempre pueden hacer todo más fácil, pero no esto...- dijo el Capitán, algo frustrado.- El Dios Del Mar no esta de acuerdo con este viaje- continuó, con temor en su voz.
Istel levantó sus manos al cielo, en modo de ofrenda a las problemáticas nubes que cubrían el firmamento y lloraban sobre la cubierta del destartalado barco. Sus ojos cerrados expresaban un grado de concentración impresionante bajo la mirada atenta de Valentine, quién expectante inspeccionaba los movimientos de su maestro desde la cubierta del barco.
-¡Calmos deben estar! ¡Detengan este agitar sin sentido y permitan que terminemos nuestra odisea en paz!- proclamó Istel al cielo. Sus manos comenzaron a brillar, despidiendo varios hilos de luz que se elevaron lentamente. Los hilos parecieron envolver a las nubes y apaciguaron su sed de descarga, luego se desvanecieron rápidamente, repliegandose hacia el horizonte.
-Ves, Kett, los magos siempre hacemos todo más simple.- dijo altanero Istel. El cielo estaba despejado, ni una nube en el cielo, como se lo propuso desde un principio.
-Volveré a dormir- continuó
-Para ser un mago de tu calaña, eres demasiado incrédulo.- reprendió el Capitán.
Al llegar, Istel y Valentine bajaron del barco justo antes de que un rayo lo partiera en millones de pedazos que fueron dispersados por la marea. La isla les recibío con una congelada bienvenida
-¿Que fue eso?- preguntó Valentine muy sorprendido con la velocidad en la que se sucedieron los eventos.
-Aparentemente fue un rayo, mi pobremente iluminado aprendiz- respondió irónicamente Istel.
-Todo eso por ser sutil- replicó Valentine.
Emprendieron la marcha atravesando la costa helada de Phest enfilando su rumbo hacia lo profundo de la misteriosa isla. Ese último segundo en el que Valentine volvió la mirada supo que algo intentaba cancelar súbitamente esta reunión.


Última edición por jujo el Vie Nov 14, 2008 3:23 am, editado 1 vez
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jujo
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MensajeTema: Re: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S EmptyJue Nov 13, 2008 3:35 am

Capitulo 4: Reunión
El páramo estaba desierto, vientos helados azotaban la tierra levantando gigantescas oleadas de polvo nival, cuyos cristales eran pequeños pero a la vez cortantes. ¡Cuantas veces los hombres menosprecian las cosas por su tamaño! A lo lejos se vislumbraba una sombra, una alta torre se erguía entre la tormenta, parada impune sobre el horizonte, a la espera del mago y su aprendiz.
Lenta y ardua fue la marcha a través de los hielos eternos de Phest con los asoladores vientos y sus cristales cortando a los magos en la cara. El suelo parecía levantarse, formando increíbles crestas de nieve debido a la impía fuerza de los huracanados vientos.
-Este definitivamente no es un lugar para acampar- dijo Valentine, con una congelada risa sobre el rostro.
Llegaron cuando el sol se ponía. Las puertas de marfil se abrieron lentamente dejando ver un ambiente cálido a la luz de una pequeña chimenea encendida. Había figuras dispersas por la superficie de la habitación. Todos ellos usaban capa y emanaban una esencia rara, un poder impresionante, poder que Valentine estaba ansioso de obtener. El conocimiento producto de milenios de estudio podía verse tan cerca en esas esencias frente a él, y una tentación oscura asomó la cabeza en su subconsciente. “Será tuyo, solo dale tiempo”
-Buenas noches, Istel- dijo uno de los magos encapuchados.
-Lamento la tardanza, tuvimos un par de percances en el viaje...- explicó Istel- La noche es terrible, esta tormenta no es común. Es más, pensé que era una broma pesada de alguno de ustedes...- completó señalando a un par de figuras situadas en la esquina.
-Si bien somos chistosos, esto ya me parece excesivo- respondieron al unísono dos voces desde el fonde de la habitación
-Nada que el Guardián del Sello no pudiera manejar. ¿Verdad?- preguntó otra de las figuras
-Si estamos aquí, fue por mi buena voluntad.- replicó el maestro de Valentine
Mientras los Elementales mantenían una animosa conversación, la mirada perdida de Valentine se poso sobre una estantería llena de polvorientos tomos de magia elemental antigua. Más precisamente en un libro que se encontraba en el medio de todos, de lomo negro. Pudo sentir el llamado del libro penetrar en su cabeza y retumbar como un grito en bóveda vacía de piedra. Un arrullo hipnotizante resonó en sus oídos como canto de sirena, arrullo que fue abruptamente interrumpido por la profunda voz de Istel, quien lo llamo para que conociera al resto.
-Muchacho, es hora que conozcas a mis colegas- dijo Istel. Y prosiguió a presentar a Valentine al grupo de encapuchados.
Uno por uno, los encapuchados se descubrieron los rostros, dejando ver rostros jóvenes pero llenos de sabiduría.
-Yo soy Raste, el Encendido. Por mi nombre podrás notar que evidentemente soy el Poder Elemental del Fuego- dijo el primero de la fila. Sus ojos eran de un rojo furioso, audaz, pero a la vez calmos y melancólicos.
El segundo y el tercero hablaron casi al mismo tiempo:
-Yo soy Rifet- dijo el segundo- Y soy el Poder Elemental del Viento. Yo soy Nereleb- dijo el tercero- Yo, por mi parte, soy el Poder Elemental del Agua
-Rifet y Nereleb son hermanos gemelos- explicó Istel- Insoportablemente sincronizados- añadió en tono burlón.
Ambos tenían el pelo azul y los ojos celestes. Revelaban cierta gracia en sus movimientos, como la propia de sus elementos.
El aprendiz de Istel recorrió la vista por la habitación esperando poder encontrar esa estantería una vez más, pero al parecer había desaparecido, fundida con el resto de la pálidamente iluminada habitación.
-¿No te parece que ya es hora de empezar el ritual, Istel?- preguntó Raste.
-Ah si, lo siento. Mi mente pareció volar por un segundo- dijo Istel mientras chasqueaba los dedos.
El fuego de la chimenea se apagó de repente. Valentine estaba desconcertado, perdido. Pronto los Elementales habían formado un circulo a su alrededor y comenzaron a susurrar un cántico en un idioma antiguo que Valentine no supo distinguir. A medida que el coro subía el volumen de su canto pudo sentir algo encendiéndose dentro suyo, un fuego que no podía ser apagado, una fluidez que ningún río pudo haber conocido, una solidez que ninguna montaña había mostrado y una tenacidad que ni el más destructor de los vendavales logró. Los cánticos crecieron y el fuego de la chimenea volvió a encenderse. Un haz de luz atravesó el cielo tormentoso e invernal y recayó con todo su esplendor sobre Valentine, acurrucándolo entre sus calidos rayos como un arrullo interminable.
Para cuando los cantos acallaron y la luz del sol se ocultó tímidamente tras esas terribles nubes de tormenta, Valentine no era el mismo. Esa extraña luz que lo acogió había dejado algo en él. Un residuo, podría considerarse. Residuo que sería rápidamente desplazado por algo demasiado poderoso, demasiado tentador, algo que no podrá resistir. La mente de Valentine pareció divagar en los anales del tiempo mismo, yendo hacia atrás en los incontables milenios que precedieron a su nacimiento. Vio cosas que nunca creyó que existieran, versiones distorsionadas de realidades alternas poblaron su mente. Personas que nunca conoció, rostros que nunca vio antes, distorsionándose en el remolino que era su mente.
Valentine quedó tendido en el suelo ante el sobrecogedor poder de esa luz. No lograba que sus extremidades reaccionaran de ninguna manera. Estaba paralizado de pies a cabeza. No sabía que era lo que le había golpeado, pero había pegado duro y parejo.
-¿Valentine?- preguntó Nereleb, con un tono de preocupación.
-Todo salió como esperábamos ¿Verdad Istel?- pregunto Reat, dirigiendo su mirada hacia el Guardián del Sello. Pero Istel no estaba presente, por lo menos no su mente. La preocupación colmaba el aire. Algo podría haber salido mal. Su estadía en ese estado mental fue más bien corta, sin embargo, las visiones poblaron su mente una vez más. Tierras desoladas situadas en el oeste, con sus estancadas aguas rojas de sangre. Una gran montaña y un raro sello sobre un cofre.
Valentine despertó súbitamente, exaltando a toda la habitación. Sus ojos estaban en blanco y lloraban su sangre. Al parecer las visiones fueron más fuertes de lo que pudo contener.
-La perdida de la vista fue inevitable Istel. Lo siento- dijo en tono lúgubre Raste.
-De todas maneras servirá- contestó Istel con voz áspera, acorde a la situación -¿Estará bien?- prosiguió.
-Eso es un hecho. La verdadera pregunta es: ¿Qué vio?
Valentine se despertó a la mañana siguiente cargando con un terrible dolor de cabeza. La luz del sol golpeo sin piedad su cara, pero el no lo podía ver.
-Al fin que despiertas- dijo Reat, quién estaba sentada al lado de la cama.
-¿Qué pasó?- preguntó Valentine a la oscuridad frente a él. Su visión se había perdido por completo, todo el color que tenia enfrente era negro, ese negro insondable de las tinieblas mas profundas.
-Claramente hubo un accidente- contestó desde la profundidades, el sarcasmo de su maestro- y más evidente todavía, has perdido la vista. Pero este no es el fin de tu camino, al contrario, lo ha diversificado de maneras imprevistas.- continuó la clara voz de Istel.
-¿Puedes decirnos que viste Valentine?- pregunto una voz que claramente pertenecía a una figura femenina.
Valentine sintió la esencia de Reat cerca de él amparándolo y ayudándolo a cargar con el inmenso dolor que le acarreaba la falta de visión, o el sobrante de ella por decirlo de otra manera.
-Es todo muy confuso ahora, mi mente es un remolino que todavía no se ha cansado de girar- dijo Valentine, intentando explicar su condición.
-Mientras logras sentar cabeza, tengo una misión para ti.- dijo Istel – Si estas todavía ansioso de expandir tus conocimientos podrías hacerlo sin problemas.
-Ve al grano, Istel- dijo molesto Valentine- Todo tu misticismo me ha causado más de un problema.
-Si tú lo dices. He detectado un cúmulo de magia en Rhia, la gran montaña que vimos al bajar del barco- explicó Istel mientras caminaba en círculos alrededor de la cama de Valentine. –Planeo enviarte a que lo sofoques. ¿Recuerdas como hacerlo?
-Si, Maestro. Debe ser la única lección efectiva que me ha dado este último tiempo- replicó altanero Valentine.
-Cuida tu lenguaje muchacho. Si no fuera por mí estarías tirado en un umbral esperando a que un simple prestidigitador te enseñe algún truco de magia barato con el que puedas sorprender a la multitud- reprendió severamente Istel.
-Si, señor- dijo refunfuñante Valentine -¿Cuándo parto en esta honrosa misión?
-En cuanto te levantes. Quiero esto liquidado antes del amanecer. Algo raro esta sucediendo en esa montaña- dijo Istel desviando la mirada hacia el infinito, intentando buscar respuesta.
-No puedo sentir las otras esencias Maestro. ¿Ya se retiraron los otros?- pregunto dudosamente Valentine
-Si, se fueron temprano. Tenían otros asuntos que atender- explicó Istel.
Valentine se preparó para el viaje que tendría frente a él. Su primera prueba en solitario, sin su Maestro vigilando cada uno de sus movimientos. “Más libertad” pensó “Pero a qué costo”. Siempre le había incomodado estar separado de Istel, es como si una parte de él estuviera ausente. Tenía una difícil tarea frente a él y debía enfrentarla solo. Algo estaba apunto de cambiar.
Una vez más, sintió las puertas de marfil abrirse frente a él, exponiendo ante su ciega mirada un nuevo camino para recorrer. El súbito frío invernal le golpeó el rostro y el vendaval lo arrojó un par de pasos hacia atrás.
-¿Es que no se harta el viento de circular por aquí?- preguntó Valentine a la oscuridad imperante en su panorama.
Y enfrentando así a la gélida noche frente a él, emprendió su solitaria marcha hacia Rhia, que lo esperaba ansiosa en el horizonte, deseosa de completar su destino. El Señor Oscuro estaba impaciente, demasiados años bajo ese maldito sello, pero ya no mas. El plan estaba en marcha y el muchacho era perfecto. Nada saldría mal esta vez. Todo estaba bajo control.
-Que tengas suerte Valentine- deseó Istel- La necesitarás, esa montaña es todo un reto.
Istel cerró la puerta, dejando a Valentine solo con su camino por delante. Sin embargo, algo andaba mal y el infinito no tenía ninguna respuesta para él.
“Veremos que nos depara el futuro” pensó el Guardián.

Fue una larga caminata hasta el pie de la montaña. La nieve predominaba el paisaje de la isla. Valentine ya había dejado la torre atrás y el recuerdo del rencor de su maestro fue borrándose con el tiempo. El monte era imponente, el solo imaginarse su nevado pico hizo que corriera un gélido escalofrío por la espalda de Valentine. Muy pocos sabían que había en el pico de la montaña. “Considéralo una misión suicida” pensó tranquilamente. “Nadie baja de esa montaña vivo. Hay algo oscuro que habita esa cumbre.” Cuentos de viajeros empezaron a surcar por su cabeza, las memorias del muelle, meses atrás, cuando recién comenzaron su viaje. Valentine añoraba esas tranquilas épocas, lejos de todo este frío y desolación.
Los días pasaban y él se preguntaba que sucedía en Erenir, su tierra natal, que acontecía en sus calles. Pero un choque lo sacó de su meditación. La fría piedra le dio de lleno en la cara, haciéndolo retroceder un par de pasos.
-Aparentemente llegue- murmuró a la oscuridad- Ahora me toca el ascenso- continuó.
“Podría probar algo” pensó Valentine.
La teletransportación era un atributo básico que casi todas las personas con habilidades mágicas experimentaban casi espontáneamente en algún punto de su vida. Si bien no necesita un estudio intensivo, como otras habilidades, un segundo de desconcentración puede resultar en situaciones inesperadas. Valentine trató de vislumbrar como sería el pico de Rhia, intentando eliminar las obviedades inherentes a todas las montañas: la nieve en sus picos, las rocas escarpadas. Trató de vislumbrar algo en particular que distinguiera Rhia de todo lo demás.
“El cofre y el Sello. ¡Visualízalo!” retumbó una voz en su cabeza.
El apunamiento y una sensación de congelación en su cabeza le dijo claramente que había llegado al pico de Rhia. El aire estaba helado. El pelo largo de Valentine comenzó a erizarse poco a poco presa del frío. O era otra cosa. Esa voz le resultaba extrañamente familiar. Esa voz que guiaba sus pasos. Le parecía cada vez más real, más omnipresente, como si lo siguiera a todos lados. Una esencia rara que miraba sobre su hombro, ordenando. La cruenta voz del destino, acercándolo cada vez más a ese fin del camino.
-Por fin llegaste- dijo la misma voz.
Los truenos eran cada vez más frecuentes. Valentine pudo notar que se encontraba en una bóveda de piedra casi hermética, debido al eco constante que generaban los truenos.
-Eres un hombre difícil de localizar- contestó Valentine a su amiga, la Oscuridad. Ya se había acostumbrado a un mundo totalmente oscuro, nunca se imaginaría que el mundo sería la horma de su zapato.
-Yo no soy ningún hombre, pobre diablo, remedo de mago- prosiguió el cofre- Yo fui más que un hombre, mucho más. Pero mi tiempo ya pasó y en tu corazón encuentro un deseo, algo más. Tú quieres poder, yo puedo dártelo.
-Debo admitirlo, eres bueno leyendo a las personas. Debes haberte aferrado a tus poderes de percepción, dado que son los únicos que te quedan- dijo Valentine a la tentadora Oscuridad.
-Mis poderes van más allá de tu limitada comprensión, portador del Tanis. ¿Alguna vez has visto un relámpago en un cielo despejado?- pregunto el Cofre.
-¿Deseas aprender de mí, los verdaderos secretos del Elementalismo?- prosiguió Ndromel. Los rayos eran cada vez más frecuentes. Valentine podía sentir los impactos cada vez más cerca de su cuerpo. El calor del rayo y todo lo que representa, la velocidad, el poder, la sorpresa, lo inesperado.
-¿Qué tengo para perder?- preguntó Valentine, sin una nota de sarcasmo en su voz. No tenía miedo, estaba cargado de adrenalina. Ese parpadeante momento del destino había llegado para él. Sin embargo, todo lo único que tenia enfrente era la Oscuridad, su buena amiga Oscuridad.
-Pregúntate esto en cambio: ¿Qué es lo que puedes ganar?- dijo Ndromel. Dulce, tentadora Oscuridad. Los eventos lo habían predestinado de esa manera. Un nuevo aprendiz para un nuevo ciclo.
-¡Poder ilimitado!, solo piénsalo. Tendrás el mundo a tus pies- prosiguió el cofre.
-No necesitas decir más. Ya tienes mi total atención- dijo Valentine
En Erenir, comienza a diluviar.
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jujo
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MensajeTema: Re: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S EmptyJue Nov 13, 2008 3:35 am

Capitulo 5: Revelación
La lluvia golpeaba fuertemente las ventanas del Palacio Real. Los truenos sofocarán efectivamente el silbido de la daga recorriendo el aire para acabar enterrada en el corazón del rey. Zemeri estaba sentado en las escaleras del palacio mirando la lluvia caer. Su vista no era muy placentera, la ciudad no era lo que era antes. Había perdido su brillo, su dignidad. Ya no había lugar para la gente como él. Los héroes de guerra como Zemeri eran una especie en extinción.
-Va a ser un pésimo día- dijo Zemeri. Sus años de experiencia lo confirmaban, al fin y al cabo, los héroes de guerra siempre saben. El Senado está deliberando si debe llamar a los exiliados Paladines de Atriel en respuesta a los sospechosos movimientos en el sur por parte de los Chamanes orcos del Paso Shanze, famosos por su crueldad y por sus rituales de magia vudú, y eso no era una señal de buena fe.
Parecía no cesar.
La habitación del Rey había sido tragada por la oscuridad. El Rey estaba acostado en su cama. “Solo. Verdaderamente es una hermosa noche para derramar sangre” pensó la figura que vigilaba desde la oscuridad.
Zemeri decidió entrar al palacio, había comenzado a hacer frío afuera y necesitaba algo para calentarse. De pronto oyó el sonido de un cuerpo cayendo al suelo en las habitaciones de arriba. Se apresuró a subir las escaleras. “No puede haber pasado. No durante mi guardia” pensó Zemeri. Llego al piso del rey y vio una distorsionada figura salir volando hacia el fondo del pasillo. Zemeri se apresuró hasta la puerta de la habitación del rey, donde sus temores por fin se confirmaron.
-¡El Rey ha muerto!- gritó Zemeri. Su grito recorrió los largos pasillos del palacio rápidamente, convocando al resto de la guardia real. El asesino no se anduvo con rodeos, su daga tampoco. La cara de sorpresa impresa en el rostro del rey lo decía todo: Nunca se lo hubiera esperado.
El resto de la guardia acudió a su llamado. La habitación en la que murió el rey estaba hundida en tinieblas. Zemeri se agachó y remojó sus manos en la sangre del rey y notó que todavía estaba tibia. El asesino no podía estar lejos. Un suceso como este era casi predecible, la ciudad no era exactamente una “cuna de ángeles”. No hubo un momento peor para matar a un rey. Los orcos nunca habían mostrado un ardiente deseo de salir de sus límites, la pregunta que surgía en la mente de todos los senadores era: ¿Por qué ahora?
La Barrera se había comenzado a dilatar estos últimos tiempos. Diseñada para separar a orcos de humanos, estaba hecha de magia muy antigua, poderosa, conjurada por Istel para mantener la paz. O por el simple hecho de que algunas cosas no se mezclan. El Guardián nunca lo aclaró.
“No tengo nada que perder, y este tipo parece ser bastante bueno” pensó Zemeri. Encaró el largo pasillo y lo recorrió a una increíble velocidad. “No puede estar lejos” se dijo a si mismo. Si había algo que lo caracterizaba era una convicción desmedida. “Ese mendigo” pensó Zemeri. Ese mendigo no era un mendigo común y corriente. Había pregonado el fin del mundo a lo largo de los últimos días y había merodeado muy sospechosamente los alrededores del palacio, como si estuviera buscando un punto débil. El mundo lo trataba de loco, pero para entrar completamente inadvertido demostró sus habilidades.

Zemeri tenía un reto enfrente de él. Siguió corriendo, el pasillo era interminable, sin embargo, su presa estaba cerca, podía sentirlo. Derrapó en una esquina y logró vislumbrar al mendigo al fondo del pasillo asesinando a un miembro de la guardia. Definitivamente era hábil, si bien la guardia estaba fuera de forma, el mendigo se movía con la gracia de un ave en pleno vuelo, demasiado rápido para un guardia común. “Voy a divertirme” divagó Zemeri. Le encantaba divagar antes de una pelea, y esta presagiaba ser una muy buena.
-¡Eh, tú! ¡Detente ahí!- gritó Zemeri, buscando atraer la atención del mendigo. El mendigo estaba concentrado en su recién caído contrincante. Vestido con unos trapos andrajosos, sus ojos denotaban una sed de sangre impropia de ojos humanos. Esa idea comenzó a navegar en la mente de Zemeri. Era muy probable que su rival no fuera “humano”.
-Voy a ahorrarte la charla y abriré tus ojos ante el verdadero propósito de la vida- dijo entre susurros el mendigo con una tenebrosa voz, voz lejos de ser humana.
-¿Y cuál sería?- preguntó Zemeri desafiante. Buena manera de terminar el día. La respuesta no tardo en darse.
-¡Que termina!- exclamó el mendigo al mismo tiempo que se lanzaba contra Zemeri con una oculta estocada. Este logró desenvainar justo a tiempo para bloquear el ataque del mendigo, el cual se desvió y terminó estrellado contra una columna.
-Ahora es mi turno- dijo Zemeri- Y permíteme decirte que difiero en tu opinión.
Comenzó a avanzar lentamente, midiendo sus movimientos y reduciendo el espacio del mendigo. Zemeri lanzó un par de estocadas, pero ninguna dio en el blanco.
-¿Es esto todo lo que un guardia puede hacer?- preguntó el Mendigo buscando enfurecer a Zemeri.
El mendigo era definitivamente peligroso, no podía exponerse. Las runas de la daga comenzaron a brillar. Esa daga estaba sedienta de sangre, su sangre. El mendigo comenzó a moverse erráticamente, como si intentara escapar. El espacio entre Zemeri y el mendigo era poco, pero parecía que millas de distancia los separaban. Zemeri vio los movimientos del mendigo y dudó en atacar. Esperaría, porque el tiempo le sobraba. Pronto llegaría el resto de la guardia.
De repente, su movimiento cesó. Su cara se contorsionó en una mueca grotesca. Esa mirada vacía, el infinito en un pozo sin fondo. Esa sonrisa diabólica no se borraría nunca de la mente de Zemeri. Y esos ojos rojos, fuego de las profundidades del infierno mismo.
-Pareces hábil. Pero ahora te mostraré como peleamos de verdad- dijo el mendigo. Un acompasado balanceo acompañaba sus palabras. Balanceo que en poco tiempo se convirtió en un contoneo desagradable, para acabar en una sacudida infernal. Su figura se distorsionaba. Zemeri no podía creer lo que veía. El Mendigo se disponía a bailar un macabro vals con la sombra que lo rodeaba. Ya eran uno solo, Zemeri no podía distinguir cuando comenzaba una y terminaba la otra. La noche tampoco era de mucha ayuda.
-Y así comienza- dijo el Mendigo.
De repente, desapareció. “Era el próximo paso” pensó Zemeri. “Ya no le quedaba adonde ir. Definitivamente decidió desmaterializarse para evitarse el mal rato”
-¡Zemeri!- gritó uno de los guardias recién llegados. Toda la tropa se había desplegado. “Lento, pero seguro” pensó Zemeri, que siempre guardaba pensamientos despectivos para con sus compañeros de trabajo. La guardia estaba compuesta de hombres corpulentos, indiscutidamente fuertes.
-Se, aquí estoy- dijo Zemeri.
-¿Te encuentras bien?- preguntó Bian, el segundo al mando.
De pronto un silbido recorrió el aire. Un certero corte atravesó la cara de Bian, dividiendo su cabeza rápidamente. El cuerpo del guardia cayó estrepitosamente al suelo, junto con su cabeza. La mirada absorta de Zemeri reflejaba su verdadero temor. Una sonrisa blanquecina de filosos dientes y esos ojos rojos flotaban en el aire mientras que las brillantes runas de la daga le traían luz al oscuro pasillo. El Heraldo de la Muerte se encontraba sobre la tropa.

“Abandonen toda esperanza
El Heraldo ha llegado.
Verá la luz escapar de la profundidad de sus ojos
Y sus almas serán suyas”

El Mendigo había vuelto para terminar su trabajo. “Es rápido, la última vez simplemente se había dejado alcanzar, solo para poder pelear” pensó Zemeri “Definitivamente, está loco”.
La guardia se reagrupó rápido, pero no lo suficiente. El Mendigo avanzó con una serie de estocadas una más letal que la otra, para culminar su ataque enfrente de Zemeri. Nunca tuvieron chance, simplemente era como intentar golpear a un fantasma; solo que esta vez, el fantasma devolvía el golpe. Sangre, había sangre por todos lados. El Mendigo efectivamente redecoró el pasillo del castillo, rojo sangre era el tono definitivo.
-¿Con que tú eres el “famoso” Zemeri?- preguntó el Mendigo. Sus ojos parecían rubíes sacados de los fuegos del infierno. Su sonrisa, construida con pequeñas perlas de perdición. Se acercaba lentamente, pateando los cuerpos de los guardias caídos en aquel baño de sangre, mientras la daga iluminaba tenuemente el piso ensangrentado del castillo.
-¿Quién pregunta?- contestó Zemeri, invocando la valentía de sus antepasados. Ya tenía al mendigo a unos pocos metros, si iba a terminar, terminaría rápido...
-Ah, lo siento, es que entre toda esta “pelea” olvidé presentarme. Yo... soy Dalubris, Heraldo de Muerte. Antiguo asesino de los Días Oscuros y la sangre me ha llamado hasta aquí. Y esta...- prosiguió mostrando la daga- es Elstas, forjada en las profundidades del Infierno por el diablo mismo.
-Definitivamente es un arma interesante. Supongo que es lo que te hace mover tan rápido- dijo Zemeri.
-Ahí es donde te equivocas- dijo Dalubris mientras golpeaba a Zemeri, cortándolo en la pierna- Esto es solo un instrumento, uno poderoso... pero un instrumento al fin y al cabo- concluyó el Asesino.
El corte era profundo. Zemeri gritó de dolor mientras caía de rodillas al piso.
-¡No te quejes tanto! Es una simple herida superficial- dijo Dalubris por sobre los gritos de Zemeri mientras se acercaba lentamente, listo para terminar el trabajo- Es una hermosa noche para derramar algo de sangre, ¿no crees?- continuó el Asesino
-¿No derramaste suficiente?- preguntó Zemeri, intentando contener el dolor. Sintió el calor de la daga en su cuello mientras se tomaba la herida de la pierna. “Maldición, es rápido”
-Nunca se derrama suficiente Zemeri. Ahora tu sangre saciará la sed de Elstas. Pero esto no es el fin, sino el comienzo.
Dalubris le cortó el cuello a Zemeri con un efectivo movimiento y se baño en su sangre. Pero algo andaba mal, la sangre parecía falsa. “Esto va a ser interesante. Voy a divertirme aún más” pensaba Dalubris mientras el cuerpo de Zemeri se desvanecía poco a poco.
-¿Ilusiones? ¡Definitivamente tu “fama” era justificada!- gritó Dalubris a la oscuridad. “El Caballero Fantasma” le llamaba, por su precisión y por su capacidad de mimetizarse con el medio. Dalubris nunca creyó esos rumores, pero aparentemente se confirmaron solos.
-Luchamos con las armas que nuestro dios nos da- contestó la oscuridad - ¡¿Qué planeas hacer ahora?!
-Creo que me iré, y dudo que puedas hacer algo para evitarlo. Ya te mataré en otra ocasión- dijo Dalubris. Con un movimiento de su mano, tomó las almas de los caídos en la batalla. Zemeri pudo ver los espíritus de los guardias lamentarse mientras eran asimilados por las runas de Elstas. Luego desapareció en la noche. Zemeri salió de la oscuridad de su refugio y mientras se preguntaba si algún día podría derrotar al Asesino, lentamente Zemeri perdía el conocimiento a causa de la pérdida de sangre.
A la mañana siguiente, Zemeri despertó en la enfermería del castillo. “No debería haberlo dejado escapar” pensó Zemeri mientras abría lentamente los ojos para darle la bienvenida al sol de la mañana.
-Si hubieras intentado detenerlo, él te hubiera asesinado- dijo una figura en la esquina de la habitación.
-¡¿Quién anda ahí?!- preguntó Zemeri. No estaba en condiciones de pelear, la herida en la pierna aún no cerraba.
-Soy yo, Istel- contestó la figura mientras se acercaba a la luz de la ventana. Estaba demacrado y pálido, como si hubiera sido víctima de una sacudida tremenda.
-¿Sabes por qué estoy aquí?- preguntó serio
-Supongo que estas aquí por el asesinato de nuestro querido rey. Pero algo me dice que estoy equivocado- dijo ingenuamente Zemeri
-Exactamente. Rompiste el sello- dijo Istel, en tono lúgubre.
-No estaría aquí si no lo hubiese hecho. Fue una situación de vida o muerte. Ya tomé mi elección
-No critico tu decisión. Pero estoy obligado a informarte de los riesgos- dijo Istel mientras se acercaba a la cama- Terminará consumiéndote.
-¡No hay riesgos! ¡Todo es una ilusión! Yo solo me adapto- replicó Zemeri exaltado.
-Veremos si piensas lo mismo cuando esto termine- dijo misterioso Istel.
-Creo que no contestaste mi pregunta. ¿Por qué viniste?- preguntó Zemeri.
-Erenir es mi hogar, planeo defenderlo- contestó el Guardián- El Senado llamó a los Paladines y la Barrera fue derribada completamente. Los orcos están avanzando y llegarán aquí en una semana. Vienen a acabar con nosotros- prosiguió Istel.
-Defenderé mi hogar ¡No importa cuantos tenga que matar!- dijo Zemeri encolerizado.
-Con mera convicción no haremos nada. Nos faltan hombres. La fuerza reside en los números y ellos están mejor preparados que nosotros para esta guerra. Por eso estoy aquí: tengo una misión para ti. La sombra se aproxima y necesitamos luz. Los Paladines son buenos pero no son suficientes. Necesitamos a los elfos- explicó Istel
-Acepto la misión, partiré inmediatamente.
-Erenir cuenta contigo una vez más Zemeri- dijo Istel preocupado.
-No fallaré- dijo Zemeri.
Istel curó rápidamente la herida del Caballero y con un chasquido de sus dedos se desvaneció. Zemeri se mantuvo pensativo en su cama aunque su pierna ya estaba al 110%. “Teñiremos los ríos de sangre una vez más. Los Paladines deben estar ansiosos” pensó Zemeri. Se levantó de la cama y se vistió rápidamente. Luego encaró la puerta de la enfermería y notó que la luz no llegaba hasta ahí. A través de la oscuridad y adentrándose en la tormenta. Ese era su camino, nunca lo había visto tan claramente.
-No fallaré.
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jujo
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MensajeTema: Re: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S EmptyJue Nov 13, 2008 3:36 am

Capitulo 6: Declaración
Valentine estaba de pié sobre un gigantesco témpano de hielo en el pico de Rhia. El frío ya era soportable. “Uno se acostumbra” había dicho antes Ndromel. El centelleante momento del destino de Valentine parecía sumido en la más profunda oscuridad. Sus charlas con el Cofre habían sido provechosas para ambos, pero Valentine no estaba dispuesto a traicionar a su voluntad.
“Los eruditos dicen que el frío es una condición propicia para la meditación. En algo están en lo cierto” pensó Valentine. Se preguntaba constantemente en donde estaba Istel, ya que no podía sentir su esencia en la isla. Valentine podía sentir el llamado de la eternidad enfrente de él y no iba a darle la espalda. Estuvo toda su vida esperando, y no esperaría un segundo más. El poder estaba tan cerca que podía olerlo. Un elemento solo para él.
-¿Consideraste mi propuesta?- preguntó el Cofre, rompiendo el silencio tan prolongado.
-Lo haré- contestó Valentine. Un relámpago iluminó la caverna. Su destino estaba sellado. Estaba atado a una voluntad superior a la suya y sintió el verdadero peso de la soledad inundar su alma y volverla negra como la noche, lentamente.
-Repito la pregunta. ¿Alguna vez habías visto un rayo caer en un día despejado?- dijo el Cofre, satisfecho con la respuesta de Valentine.
-Creo haberte dich...-contestaba altanero Valentine al tiempo que le caía un rayo encima. Cayó al suelo en seco, sin poder sentir nada.
-Al parecer me extralimité un poco- dijo Ndromel mientras miraba desde el cofre el cuerpo semi calcinado de Valentine.
-Nunca supiste donde estaba tu límite- dijo Dalubris desde la oscuridad con su voz espectral. Había salido de atrás de una piedra, se encontraba entre el cuerpo de Valentine y el Cofre, con Elstas envainada- ¿Crees que despierte?- prosiguió.
-Si es la clase de ser que presupuse que es, lo hará. Y más rápido de lo que crees- contestó la Sombra
-¿Hablaban de mí?- dijo Valentine mientras se levantaba. Tenía un aura extraña a su alrededor, como si su propio cuerpo estuviera cargado de la energía en su estado más puro.
-¿Listo para la primera prueba?- preguntó el Cofre.
-Si, mi Señor- dijo Valentine. El rayo que lo golpeó no era un rayo común y corriente. Cuando el rayo cayó estaba recubierto de una esencia oscura de color púrpura. Parte de Ndromel se había ido con ese rayo.
-¿Estás intentando pisar mi orgullo?- dijo suavemente Dalubris a la cerradura del Cofre- No tengo planeado ser el niñero de este... “Portador del Tanis”. Hay un reto adelante nuestro, uno que carga el poder de los Dioses- continuó.
-¿Recuerdas la grieta temporal en la que estabas? ¿Deseas volver ahí?- reprendió Ndromel mientras procuraba que Valentine no escuchara.
-No, mi Señor- dijo entre dientes Dalubris mientras se retiraba hacia atrás, ubicándose detrás del Cofre.
-¡El primer paso para convertirse en un verdadero Elementalista es conjurar exitosamente una tormenta!- gritó Ndromel desde su cofre.
Valentine se estaba preparando para conjurar su tormenta, bajo la supervisión de Ndromel. Intentó concentrar su mente para lograr focalizar toda la energía en sus manos, como Istel había hecho días atrás.
-Considerando el hecho de que estás ciego, sugeriría que visualices el lugar- dijo Dalubris.
Valentine logró materializar las primeras nubes sobre el horizonte. Sus manos parecían brillar cada vez más, como si intentaran llevar luz a las tinieblas mas profundas. Las nubes se movían a una velocidad impresionante, recubriendo el cielo rápidamente. Nubes cargadas de lluvia acudieron al llamado de Valentine quién con el brillo de su mano dibujo una rara forma en el cielo. Las nubes se movían al compás de la mano de Valentine, que las mandó a descargar su ira contra el Desierto de Llaminary. “Es solo un desierto. No creo que a nadie le interese. Es por mí” pensó Valentine. El remordimiento se desvaneció de su alma, como si nunca hubiera estado. Su cuerpo ya no era el mismo, sus manos se volvieron largas, con dedos finos y esqueléticos. Y sus ojos, negros como la noche de invierno mas tenebrosa, ya no reflejaban el alma de un muchacho carismático, ya no reflejaban un alma en lo que a eso respecta.
-Definitivamente el chico ha elegido un buen lugar. ¿No lo crees, Dalubris?- dijo Ndromel.
-¡No podría ser mas perfecto! Facilitará mi trabajo- añadió Dalubris con una sonrisa de oreja a oreja.

En el desierto de Llaminary, los elfos buscaban refugio en sus cabañas, mientras la tormenta golpeaba cruelmente. Los rayos destruían todo a los largo del continente. Los templos y palacios caían a pedazos debido a los fuertes impactos.
Elladar Mith'Quessir observaba los cuerpos calcinados de lo que fue su familia. El olor a carne quemada era tan fuerte que parecía atravesar la ventana, esto encendía poco a poco la cólera del elfo. "Estamos en guerra de nuevo" pensó Elladar "Vendrán pronto. Debo avisar al rey"
El hogar de Elladar no estaba muy lejos del Palacio en el que el rey se hospedaba, solo a unos metros. "Puedo lograrlo" pensó "Soy demasiado rápido para un rayo". Abrió la puerta lentamente, como si esperara que un rayo le cayera encima. Le dedicó una mirada rápida al cielo y lo vió calmo y pacífico, como si las nubes se hubieran apartado para que Elladar se hiciera camino tranquilamente hasta el palacio.
-Es hora... ¡Vamos! ¡Vamos!- gritó Elladar a si mismo, para darse coraje.
-Mal momento, elfo- dijo Valentine desde Rhia. Las cuencas de sus ojos estaban en blanco, pero ya no los necesitaba, él miraba a través de la tormenta que había conjurado. Su tormenta estaba cumpliendo su propósito, el exterminio total de los elfos había comenzado. Elladar lograba esquivar dificilmente los rayos que caían frente a él. "Ya falta poco" pensó Elladar. Parecía que se ponía peor a cada segundo, cuando la frecuencía de los rayos era cada vez menor. Podía sentir el calor de cada rayo que golpeaba cerca de su cuerpo. La seguridad inundó su cuerpo cuando por fin logró pasar los umbrales del castillo.
Elladar entró galopante al castillo sin detenerse ante nada. El tiempo apremia, y ya no quedaba tiempo.
-¿Dónde está el rey?- preguntó a uno de los guardias apostados en el pié de las escaleras mientras seguía corriendo.
-En su habitación- le contestaron.
La habitación del rey se encontraba en los pisos superiores. La estrecha escalera de caracol parecía extenderse hasta el infinito mientras Elladar la subía de a largos trancos. Miró hacia arriba y notó que el fin estaba cercano, aceleró el paso para apresurar su llegada. El pasillo se le paso rapidisimo, mientras se acercaba a la habitación.
-¡Mi Rey! ¡Están destruyendo la ciudad! ¿Que hacemos?- preguntó exasperado Elladar a la figura parada al costado de la ventana.
El silencio se hizo denso. La respuesta tardaba en darse, en cuanto al rey, no podía salir de su asombro. La imágen que se veía a traves del palido cristal de su pueblo sufriendo quedó marcada en su mente.
-Esto es la venganza de los demonios. ¿Que se puede hacer contra un odio tan temerario?- dijo el rey entre susurros sin poder quitar la vista de la ventana.
-¡Debemos pelear por nuestra propia cuenta! ¡Convoque al ejército, cuando vengan les haremos frente como uno solo, y uno fuerte!- indicó Elladar.
La ventana se abrió de par en par y el viento entro cual ariete rompiendo las puertas de un castillo en pedazos. Las nubes se habían retirado, devolviendole al cielo su tono azulado y a los dos soles, su lugar en el firmamento, bañando al pueblo que acababa de ser azotado por esa tormenta infernal.
-Siempre hay luz al final del camino- dijo el Rey
-Este no es el final, mi rey. Solo son tiempos turbulentos- replicó Elladar, para tranquilizar a su rey.
-Es el final para mi- vociferó el rey mientras lo veía venir. El destello de luz que se robaría su existencia estaba atravesando el cielo para caer al pie de la ventana. Un gran rayo en pleno cielo despejado es una sorpresa verdaderamente desagradable. Y eso fue lo que le tocó al rey de los elfos, una ejecución rápida y casi indolora. Las quemaduras en el cuerpo del rey eran severas, iban más alla de cualquier capacidad de curación que los elfos poseían, asi que su superviviencia era un deseo más allá de lo posible.
Elladar quedó paralizado por la vista que se presentó frente a sus ojos: El cuerpo calcinado de su rey, caído en pedazos, hecho cenizas, disperso en el suelo. "Ahora es tu turno" dijo Valentine dentro de la cabeza de Elladar.
-¡Sal de mi mente!- gritó Elladar a la habitación vacía
"Te prometo que ya saldré. Y vendré a quitarte tu alma. Nos veremos donde acaba tu camino. Nos veremos en Erenir" concluyó Valentine
-Nos veremos en Erenir- repitió Elladar mientras esperaba la señal. Sintió que la esencia extraña abandonaba su mente y se dispersaba con el humo de las llamaradas ocasionadas por los rayos. Necesitaba una señal, algo de esperanza, Algo que le dijiera que estaba teniendo una pesadilla. No tenía planeado vivir para ver el ocaso total de los elfos, cuando abandonen definitivamente la faz de esta tierra.
Elladar se acercó temeroso a la ventana y logró vislumbrar dos figuras encapuchadas a pocos metros del castillo. No estaban caminando, era como si la tierra se moviera debajo suyo, una forma de levitación poco convencional. En un destello logró reconocer a una de las figuras, era Reat, el Elemental de la Tierra. Su pelo castaño brillaba a la luz del sol y en sus ojos se notaba una gran tristeza. La otra figura se veía borrosa y por ahora irreconocible, pero era parecía humano.
De nuevo en el frío de Rhia, las sombras finalizan su plan contra los elfos. Luego la guerra sería inevitable. Los orcos siempre eran un instrumento útil. Valentine se había movido de su pináculo de piedra y estaba sentado al pie del cofre.
-Ahora hay que terminar con esto- dijo el Cofre- Mi venganza estará completa.
-Estoy saliendo, mi Señor- dijo entusiasmado Dalubris- Elstas beberá sangre de elfos una vez más.
-Valentine te acompañara, para que vea lo que en verdad es destrucción- ordenó Ndromel.
-Creo que sería mejor si fuera solo...- intentó decir Dalubris.
-Ordenes son órdenes, Dalubris- dijo cortante el Cofre. El ambiente estaba cargado de estática, producto de la finalización del conjuro de Valentine- Tú verdaderamente ya estás listo, el rayo en pleno cielo despejado era la última parte de la prueba. De ahora en adelante serás Valen, el Elementalista del Rayo- continuó solemnemente Ndromel.
-Si, mi señor- contestó Valen mientras agachaba la cabeza en señal de sumisión. Definitivamente, su destino estaba sellado, no había vuelta atrás- Vamos Dalubris, hay trabajo que hacer- prosiguió
Valen sentía a un Elemental en Llaminary. "Probablemente sea Reat. Será una buena adición a mi colección" pensó mientras abría un portal hacía el Desierto.

Elladar miraba absorto a las figuras que se encontraban en las puertas del palacio. Reat y su acompañante estaban quietos, como si estuvieran esperando algo. El Desierto guarda muchas sorpresas. Elladar oyó un raro sonido, un chirrido infernal y luego vió un haz de luz que se expandía al lado de las dos figuras en la entrada del palacio. "Un portal" pensó el elfo. Del portal salieron dos figuras que altas, casi indistinguibles, aún para los ojos de águila de Elladar. "Puede ser que sean más humanos, tal vez pueden ser demonios. O tal vez otros elfos" se imaginó. Pero había algo de lo que estaba seguro, se avecinaba una buena pelea. Se olía en el aire.
Valen y Dalubris atravesaron el portal que había sido conjurado en Phest.
-Supongo que no es ninguna casualidad que nos hayamos encontrado aquí, Reat- dijo Valen
-Estas en lo correcto- dijo friamente Reat, quién no podía desviar la mirada de los ojos de Valen. "El alma, falta el alma" pensó. El aspecto de Valen había cambiado drásticamente, su cabello, antes negro, se había vuelto bastante canoso, dejando ver el paso acelerado del tiempo. Su rostro se había convertido en algo cercano a una calavera, tan consumido, como el pueblo que acababa de destruir. Su cuerpo, por otro lado, mantenía toda su juventud, grácia y vigor. Sus 20 años de edad se mantuvieron inamovibles frente al alud de corrupción demoníaca que inundaba su esencia, minaba su integridad y destruía su alma.
-Si estas buscando un alma, estas perdiendo el tiempo- dijo Valen mientras miraba fijamente las ventanas del palacio, buscando al elfo.
-No dejaré de intentarlo- dijo Reat al mismo tiempo que alzaba sus brillantes manos, levantando un enorme pilar de arena.
Dalubris miraba fijamente a Zemeri, mientras intentaba descifrar los movimientos de su oponente. Se pondría a la espera porque su mision era otra. "Protege a Valen" le había dicho Ndromel "Consideralo tu primera prioridad. Ya podrás matar al Caballero" continuó diciendo. "Zemeri abrirá las hostilidades" pensó Dalubris.
La arena ya cubría el espacio entre Valentine y Reat, formando una cúpula. Algo de privacidad nunca viene mal. La cúpula parecía solida, pero de su techo caían pequeños hilos de arena. El silencio era absoluto, excepto por el tintineo de las particulas de tierra que caían lentamente al piso.
-¿Por que lo hiciste Valentine?- preguntó seria Reat. No podía creer el estado en el que estaba Valen, su aspecto derruido y corrupto perforaba un gran hoyo en el corazón de la Elementalista.
-Este es mi verdadero sueño, las visiones me han marcado para ser el elegido del caos. Es mi destino. Todo es muy claro ahora- contestó Valen. En sus ojos brillaba la deteminación de mil demonios sedientos de sangre, saboreando a la presa que se avecina inadvertida- Es mi destino- repitió. Reat no lo podía creer, estaba viendo a la misma encarnación de todo lo malo e impuro. El hombre que una vez amó ya no era exactamente un hombre.
-Entonces supongo que será así- dijo Reat sin esperanza alguna. La resignación inundaba su corazón y lentamente transfiguró el amor en un odio impresionante. Ella no podía aguantarlo más, prefería matarlo a ver como se transformaba en ese retorcido demonio. Salvaría la poca humanidad que le quedaba a Valentine.
-Antes de que derrumbes esta cúpula sobre mi, necesito que sepas algo...- dijo Valen. Sería un paso importante.- Yo... yo te amo. Desde el primer momento que te ví. Fue como instantaneo.- continuó mientras alzaba la cabeza lentamente.
El silencio se volvió verdaderamente incómodo. La mirada de Valentine se frenó en los ojos de Reat. Si hubo algun despojo de sentimientos humanos, Valentine intentó canalizar todo en esa mirada. Buscó apelar a la piedad, a veces la mejor defensa puede convertirse en una útil ofensiva.
-Puedo ver atraves de tí como el más pálido cristal, Valentine. No insultes mi inteligencia, ni intentes apelar a mis sentimientos por tí. Por más reales que sean... tu ya no eres el mismo- dijo Reat mientras alzaba la mano, abriendo un hoyo en el suelo y dejándose caer por él. Valentine había quedado inmóvil por la respuesta de Reat. Cada fibra de su cuerpo, cada músculo estaba a la espera de lo peor. La ira de una Elementalista caería sobre él, literalmente.
-Reat, la próxima vez que nos veamos, uno de nosotros va a morir- concluyó Valen antes de verla caer por el agujero.
-Eso espero-contestó triste ella- Verderamente solucionará todo.
La cúpula cayó sobre la cabeza de Valen provocando un temblor impresionante que pareció sacudir los cimientos del mundo mismo. Dalubris y Zemeri desviaron la mirada hacía el sitio donde la cúpula estaba situada, y miraron con sorpresa que Valentine seguía de pié, pero su cara no era la misma. Tristeza, era determinante. "No debes sentir nada Valentine. Solo eso te hará poderoso" pensó Dalubris "Ese es el verdadero camino de los Demonios"
-¡Que estupenda declaración de guerra!- dijo Zemeri sonriendo mientras giraba el rostro hacia Dalubris- ¿Y tú? ¿Estas de adorno aquí?
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jujo
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MensajeTema: Re: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S EmptyJue Nov 13, 2008 3:38 am

[color=green]Capítulo 7: Verdad
Dalubris desvió la mirada hacia donde estaba parado Zemeri. No había escuchado la ironía, pero la mirada de incredulidad en la cara de su oponente lo decía todo: Ya estaba listo para comenzar.
-Estabas muy callado- dijo Dalubris en tono despectivo.
-Estaba esperando que te movieras- contestó Zemeri, levantando la mirada al cielo. Su rostro era diferente. Unos caractéres rúnicos de rara forma, avanzaban lentamente cubriendo la cara del Caballero. Sus ojos también habían cambiado, el negro azabache que los caracterizaba en su primer encuentro había virado a un tono escarlata, como si estuvieran inyectados con sangre.
La mirada de Dalubris logró detectar algo en su contrincante, algo que había dejado pasar en su primer encuentro. Había un residuo demoníaco en el alma humana de Zemeri, su corazón tenía una pequenña mancha. Algo que Dalubris podía usar a su favor.
-Dalubris, debo irme- gritó Valentine, mientras abría un portal. Estaba cubierto de arena. Él nunca creyó en los milagros, pero acababa de ser partícipe de uno. Cruzó apresuradamente el portal hacia Phest. Tenía algo urgente que resolver con Ndromel, pero llegaría a tiempo para matar al elfo, el ajuste de cuentas estaba próximo. No miró hacia atras, Dalubris era más que capaz de manejar cualquier situación. Pero tenía un extraño presentimiento sobre el acompañante de Reat.
Al cerrarse el portal, Elladar se asomó por la ventana de nuevo; pensando que el peligro había pasado y un pequeño destello, regalo del eclipsante sol le permitió distinguir el rostro de Zemeri, su viejo camarada de la Primera Guerra a quién no veía hace un largo tiempo.. La otra figura parecía cubierta por un leve velo de niebla, pero era una figura alta, de brazos y piernas largos. Tenía el pelo largo y negro como la noche. Elladar no se animó a ver más alla, porque una figura asi solo puede ser augurio de muerte.
-Ahora que estamos solos, no creo que haya problema con que empezemos- dijo Dalubris mientras se acercaba lentamente a su objetivo. Elstas estaba brillante y sedienta, Valen le habia quitado la chance de matar elfos; pero se desquitaría con Zemeri. Si bien su oponente había cambiado, Dalubris siempre estaba listo. Quedó cara a cara con Zemeri y pudo verse en lo profundo de sus ojos carmesí.
Elladar miraba a través de la ventana del castillo, que se había vuelto su hogar y su nuevo refugio, pero con el mago ya ido solo pensaba en la lucha que se avecinaba. "Este puede ser el desafio que estaba esperando. Del que hablaban los Ancianos" pensó Elladar. Los Ancianos eran la autoridad religiosa que guiaba al pueblo élfico. Sus designios, leidos directamente de las estrellas y los astros del cielo, eran claros oráculos para los elfos grises. El elfo vio que la figura lanzaba un golpe cruzado y certero sobre el cuello de Zemeri; y escuchó el sonido sordo del cuerpo cayendo sobre la ardiente arena del Desierto. Sus ojos no daban crédito a lo que acababa de ver, ni lo que sus oidos oian. Esa carcajada estridente, ahora si Elladar lo veía claro como el agua. Esos ojos carmesí, brillando como rubíes sacados de las profundidades, solo confirmaron ese dictado incendiario que palpitaba fuertemente en su corazon. Sus pulmones estallaron en un grito perpetuo que fue escuchado hasta en las minas de cobre de Gobadian.
-¡Nooooo!- explotó Elladar encolerizado y en un torrente de ira asesina se lanzó desde el afeizar de la ventana hacía donde Dalubris acababa de ejecutar a Zemeri de la misma manera que lo había hecho en Erenir. Dalubris miraba expectante el cadaver de su víctima, pero no notó al elfo descendiendo en pleno impetu con la espada desenvainada. El golpe fue certero. Elladar no se lo esperaba mientras sentía el apretón de la mano de Dalubris ceñirse sobre su flaco cuello. La caida libre de Elladar se detuvo súbitamente cuando se encontró con la mano extendida de Dalubris, quien lo atrapo y lo sostuvo en lo alto "¿Como logró moverse tan rápido? No es humano, este bastardo no es humano" pensó desesperado Elladar. Los dedos de Dalubris eran largos y algo fragiles, pero sabían ejercer presión en sitios determinados.
-La sorpresa definitivamente sirve a su propósito. Solo que tu no lo has entendido todavía. Los elfos... nunca cambian- dijo sonriente Dalubris. "Vamos sal de donde quiera que estes Zemeri. No me hagas ir a buscarte." pensó. Podría divertirse después de todo.
-Sugeriría que lo sueltes, ese elfo puede causarte muchos problemas- dijo Zemeri. No estaba sorprendido. Elladar nunca había sido un buen peleador. Tenía algunas habilidades, pero era un insecto comparado al potencial que podía desarrollar el demonio.
-Está todo bajo control- contestó Dalubris al aire- De todas maneras no creo que dure mucho. Esta empezando a ponerse violeta. En mi humilde opinión, creo que el aire no le llega a los pulmones- bromeó el demonio. Dalubris precipitó el cuerpo de Elladar al suelo, causando un gran estruendo y un ligero crater en la arena del desierto.
Dalubris volvió a levantar al elfo alto en el aire, sosteniéndolo del cuello. Sus manos nunca se sintieron tan bien.
-Si no sales, el elfito va a sufrir. Le haré redescubrir el significado de dolor- dijo al viento Dalubris. Estaba cerca, podía olerlo. Quería una buena pelea, estaba algo decepcionado por la poca resistencia del elfo. El vuelo del cuerpo de Elladar fue relativamente corto, cuando se oyó por segunda vez un gran estrépito y Elladar sintió el duro suelo del desierto una vez más, esta vez escupiendo algo de sangre.
El elfo estaba tendido en el suelo como un simple trapo sucio, pero consumido por una ira incomparable, como un volcán a punto de hacer erupción. "Este... demonio... es bastante fuerte. Daré lo mejor". El fuego quemaba dentro de su corazón, obligándolo a levantarse y golpear a Dalubris con todas sus fuerzas. "Fuego, ya es hora. Acompañame a lo largo de esta pelea y permiteme destruir a mi enemigo" rezó Elladar para sus adentros. Raste le había enseñado todo lo que debía saber. "Muy bien. Empezemos" pensó Elladar por última vez. Pensar ya no era una de sus facultades y el dolor era ajeno a su cuerpo.
-Fuiste advertido sobre decirme "elfito"- dijo Elladar mientras abría los ojos, mirando fijo a Dalubris. Elladar estaba en llamas, literalmente. De su cuerpo brotaba un fulgor impresionante, más brillante que cualquiera de los dos soles que alumbraban el Desierto. Ya no necesitaba su espada, él era el arma. Su cabello parecía pequeñas hebras de fuego, que se elevaban como la más ardiente de las fogatas y sus manos se alargaron hasta el punto de poder tocar el suelo sin agacharse. El suelo en el que estaba parado se hizo sólido como la roca mas fuerte. La sola presencia de Elladar elevaba la temperatura del ambiente a niveles insoportables.
-Parece que a alguien le creció una actitud- exclamó Dalubris ante el repentino cambio del elfo. "El fuego no me asusta, nací de él. Me dió vida y seguro que no me la quitará"
-¡Piensa rápido, Dalubris!- gritó Zemeri desde la espalda del demonio. Ocultaba un cuchillo en su manga, especial para esta ocasión.

-Creo que no habrá problema, Istel- dijo Disparo.
-Es demasiado fácil- añadió Letargo desde el fondo del callejón. Su voz emitia un siseo constante mientras hablaba.
-Las circunstancias sin embargo ...- replicó Espejo.
-... no son muy fáciles de entender- concluyó Método.
-A ver si todos logramos asimilar esta información... ¿Quieres que nos infiltremos en el campamento orco y asesinemos a su comandante?- buscó confirmar Disparo. Su mirada estaba cargada de incredulidad. Le encantaba este tipo de trabajo. Arriesgado y a la vez exitante, su vida se definía en esas dos palabras. El grupo, sin embargo, buscaba otra cosa. La Escuadra Rimlin controlaba todo el manejo subterráneo de Erenir y eran un verdadero problema para las autoridades, pero a la vez eran una fácil solución a los problemas de gente con muchos medios, muchos fines y poco tiempo.
-Si, la misión es así de simple. Ustedes son los mejores y situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas- dijo Istel a la Escuadra.
-Está bien Istel, lo haremos- acordó Método
-Y como nos inunda el patriotismo, no te cobraremos por nuestro servicios- agregó Disparo, pero para cuando dijo esto, Istel ya no los acompañaba. Se había desvanecido, ya que había otras ocupaciones que debía atender.
-Es bastante diestro en el trabajo de desaparecer- dijo Letargo.
-Tranquilo Letargo, es una simple imitación de los verdaderos maestros de la sombra- dijo Espejo.
-¡ Esos somos nosotros!- enunció Disparo mientras salía hacia la concurrida calle principal de Erenir.
Una misión arriesgada, era todo lo que necesitaba.

-Lamento haber llegado tarde. Empujar los limites de la comprensión de la Escuadra, es algo que nunca volveré a hacer- explicó Istel. Estaba preocupado por Valentine, no sentía su esencia en Rhia, sino que pareciese que se hubiera movido hacia el Desierto. Desesperación, nunca la había sentido antes, pero esta vez inundaba su alma. La supervivencia de Erenir estaba en juego. La torre se había vuelto fría y oscura, más que de costumbre. Algo raro pasaba en Phest. El fuego tenue de la chimenea se tornó de un carmesí profundo y una voz surgió del recoveco ceniciento.
-La Escuadra se ha probado muy útil a lo largo del tiempo. Estás excusado Istel- replicó Raste mientras emergía del fuego de la chimenea.

-Disparo lo logrará. Siempre lo ha hecho- añadió Nereleb.
-Aunque Método y Espejo no se quedan atrás en ningún sentido- replicó Rifet. Los hermanos habían llegado con la brisa invernal que ingresaba rampante por la ventana de la habitación.
-Todos valiosos y valientes, inclusive Letargo- dijo Reat, quién se alzaba impune sobre su agujero en el suelo.
-Buenas noches, Reat. Nos encantas con tu presencia- dijo Istel dedicandole una leve mirada a los ojos de Reat. "¿Culpa?
¿Que haz hecho, Reat?" pensó para sí.- Ahora que estamos todos presentes discutiremos la situación con los orcos. Nos quedan 3 días, tal vez menos, para organizar la defensa de Erenir.
-¿"Nos"?- preguntó Raste- Creo que estás generalizando. Yo no iré en defensa de esos pobres infelices. No se lo merecen- continuó severamente mientras el tenue fuego de la chimenea se acrecentaba cada vez mas.
-No puedes estar hablando enserio- dijo sorprendido Istel- ¿Debo recordarte que tu también eres hijo de Erenir, de sus altas torres de marfil y de sus callejones siniestros?
-Eso es irrelevante. No contribuyó a mi desarrollo como elementalista. No cuentes conmigo- culminó al mismo tiempo que se consumía y sus cenizas eran esparcidas por el gélido viento que entraba por la ventana.
-No lo puedo creer. Pero es su decisión y lo que dicta su corazón. Sorpresivo pero sincero al fin y al cabo. Si alguien más planea desertar de mi lado, que hable ahora o calle por toda la eternidad- dijo Istel a los demás. El ambiente había perdido toda calidez con la partida de Raste.
-Nosotros no iremos- dijieron los gemelos al unisono. Los ojos de ambos brillaban como faros que iluminaban la habitación, ahora que Raste no los acompañaba- Iremos a Rhia a investigar las manifestación ahi. Suerte Istel- concluyeron los hermanos al mismo tiempo por ultima vez.
-Eres lo único que me queda Reat, no me abandones ahora- habló desesperado Istel. Nunca hubiera creiído esto de sus amigos, tal vez de Nereleb y Rifet, pero nunca de Raste. Algo andaba mal, pero no había tiempo para averiguar que.
-Lo siento Istel. Pero necesito respuestas y en Erenir no hay ninguna para mí- dijo triste Reat mientras ingresaba a su agujero personal.
-Muy bien. Tengo una parada más que hacer- dijo Istel a la soledad de la habitación. Los Paladines aguardaban por el. Por su voz, para que los lidere. Por su coraje, para que los acompañe. Por su espiritu, para que los ampare.

-Todo va de acuerdo al plan- felicitó Ndromel. Satisfacción, eso que sienten los humanos cuando las cosas marchan bien. Años de planeamiento se iban concretando a ritmo acelerado. Dentro de poco tiempo no habría nadie.
-¡¿Que hiciste con Valentine?!- gritó una voz de mujer desde lo profundo del túnel. La furia de Reat se acercaba al cofre.
-Reat, querida. ¿Como has estado todo este tiempo? Muy mal de tu parte por no haberme visitado. ¿Crees que esa es manera de tratar a tu viejo maestro?- contestó tranquilo Ndromel. Nunca podría matarlo, las existencias como la suya no pueden ser asesinadas de manera tan burda.
-¿Por qué él?- preguntó Reat. No podía distraerla con charla barata. Por primera vez encontraría las respuestas que buscaba... La tierra comenzó a sacudirse ligeramente y la nieve se deslizaba por la ladera de la montaña. El cuerpo de Reat temblaba a causa del frío, paralizando sus brazos y piernas y formando una fina capa de escarcha sobre su oscuro cabello.
-¿Debo ser sincero? ¿O solo estás buscando una respuesta provisoria, que luego te haga volver a mi lado, donde verdaderamente perteneces? ¿Qué quieres Reat?- improvisó Ndromel. No podía retrasarlo más. La verdad saldría a la luz.
-¡Quiero la verdad!- dijo entre lágrimas congeladas gritando mientras el suelo se resquebrejaba bajo sus pies. Sacudiéndose desde los propios cimientos, la montaña oscilaba peligrosamente y el pequeño altar en el que se encontraba el cofre se agitaba fuertemente.
-¿¡Podrías tranquilizarte!?- dijo Ndromel alzando la voz, al mismo tiempo que emanaba una oscuridad absorbente, repleta de una soporidad insoportable. Contrarrestar los efectos de ese hechizo estaba más alla de las capacidades de Reat. El profundo sueño comenzaba a ganarle a la lucidez de Reat. Mientras sus congelados párpados se cerraban lentamente y su cuerpo comenzaba a ceder, logró escuchar la última confesión de su viejo maestro.
-Relajate, por tu propio bien- prosiguió el Cofre ahora con voz mas tranquila. -Te diré la verdad. Valentine acudió a mí por voluntad propia. Él quería algo de mí y yo necesitaba de él.
El cuerpo de Reat cedió definitivamente y tropezó, cayendo hacia atrás por la espinosa ladera de la montaña. La caída le pareció eterna al cuerpo de la elementalista hasta que chocó fuertemente contra el suelo nevado de Phest a los pies de la montaña.
El viento se hizo escuchar en la cueva de Ndromel, susurrando la historia de lo que pasó una vez hace mucho tiempo. Dentro de su cofre, Ndromel comienza a recordar su antigua situación. Ese poderío descuidado y en un segundo, arrebatado de su persona. Condenado a una eternidad de confín solitario en el techo del mundo, encerrado en ese cofre bendecido. Sin embargo, y aunque mucho de su poderío se perdió, sus sentidos no estaban para nada desafilados.
-¿Hace cuanto que estás aquí Dalubris?- inquirió el Cofre al viento que lo acompañaba.
-¿Va a ser un problema?- preguntó Dalubris, quien, recién llegado, había tomado su lugar a la derecha del cofre mientras limpiaba de sangre su arma.
-Ya no. ¿Como te fue con los elfos?- preguntó Ndromel
-Fue fácil. El chico hizo un buen trabajo, pero olvido las barracas. Es muy impulsivo. Ahi se encontraba el grueso del ejército elfo, pero debo decirte que dió mucha pena, muchos de ellos estaban desnutridos y débiles. Encerrarte aquí fue un trabajo muy duro para ellos- explicó Dalubris
-Estaba pensando en eso, justamente. No voy a dejar que pase de nuevo. Esta vez, tengo un plan- dijo el Cofre.
-¿Crees que el Caballero recuerde?- preguntó el asesino. Sus ojos no podían desviarse del horizonte, buscando Erenir en la distancia.
-Tu serás el encargado de hacerle recordar. Parece perfecto, ¿no lo crees?- contestó Ndromel, riendo para sus adentros.
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jujo
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MensajeTema: Re: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S EmptyJue Nov 13, 2008 3:39 am

continua aca, es que el capitulo es muy largo xD.


La noche había caido en la revuelta Erenir, donde una figura estaba parada expectante en las puertas del derruido templo. La una vez Casa de la Orden de Atriel, de esplendoroso mármol blanco y pilares con anchos, suntuosos capiteles ahora solo es una lúgubre tumba llena de cultistas de los demonios, un hoyo negro para la pestilencia y la podredumbre.
-La primera línea es nuestra, Istel. No voy a permitir que el ejército regular mate a un orco antes que yo- dijo la figura desde las sombras.
-No esperaría menos de tí, Naldir- dijo Istel, quién estaba apoyado en una columna llena de moho.
La figura dió unos pasos hacía adelante, lo suficiente como para ser iluminado por la tenue luz de una antorcha. Naldir era un hombre corpulento, alto y de tez blanca. Vestía una túnica blanca con una insignia en el pecho y llevaba en sus espaldas un gran martillo de hierro, con unas inscripciones raras.
-Veo que todavía usas el viejo uniforme- dijo Istel interesado
-Nunca pierde su propósito, ni su pureza. Eso es lo que necesita este lugar, una vuelta a los viejos valores, ¿sabes?- contestó Naldir con una sonrisa. Ansiedad, los Paladines buscaban sangre. Una manera de expiar culpas, sean suyas o de cualquiera.
-Recuerdas la última vez que "volvimos a los viejos valores". ¿Verdad Naldir?- inquirió en tono severo Istel. La respuesta era más que predecible, los Paladines no son muy abiertos. Naldir dejó el martillo en el suelo mohoso de las escaleras del templo y se sentó tranquilamente.
-Ah, tú te refieres a la vez que nos utilizaste como chivos expiatorios ¿verdad?. Nuestra tarea es simple y nuestros métodos son muy efectivos Istel. Creeme, ahora sin rey y con un Senado indeciso, no creo que puedas hacer mucho para detenernos- replicó Naldir mordazmente. Los viejos rencores nunca se olvidan. Ni siquiera el prolongado exilio logra atenuarlos. "Naldir, el Purificador, has sido encontrado culpable de crimenes contra la corona y el pueblo de Erenir. Por las atrocidades cometidas, se condena, a tí y a tu Orden al exilio permanente, bajo pena de muerte." Naldir levantó la vista al cielo y lo vió perturbado. El cielo estaba hecho jirones, las nubes parecían enfrascadas en una batalla campal por el dominio del firmamento.
-Esta volviendo a suceder, no sé si lo notaste- dijo Naldir mientras mantenía la mirada fija en el cielo.
-Ya lo sé. La historia verdaderamente tiende a repetirse, lo que me permite planear todos mis movimientos, incluso... planear los de mis enemigos. Sé que están ahí- replicó Istel- Hay algo que se agita en el norte.
De pronto una brecha dimensional escupió dos cuerpos que cayeron fuertemente sobre las escaleras. Un sonido sordo acompaño al golpe, al mismo tiempo que Naldir se levantaba y agarraba rápidamente su martillo, tomando una posición defensiva, preparado para lo que fuera.
-Tenemos suerte, han llegado- dijo Istel mientras ayudaba a una de las figuras a levantarse. Parecian malheridos, con muchas cortaduras, tanto en la cara... como en el resto del cuerpo- Parece que estuviste en una guerra. Sin embargo, esa no era tu misión, Zemeri- prosigió el mago mientras levantaba a Zemeri no sin esfuerzo y se disponía a curarlo.
-Hubo un imprevisto, Istel. Él volvió a aparecer. Esto es todo lo que queda de los elfos- dijo Zemeri señalando a Elladar quién todavía se encontraba inconciente en el suelo.- Dalubris nos atacó, pero lo raro es que venía a acompañado de una figura vestida de negro, que reconoció a Reat inmediatamente.
-Conque Dalubris volvió a aparecer... bueno eso puede ser interesante- dijo Naldir mientras bajaba el martillo y le tendía la mano a un recién despertado Elladar.
-¿En que puede ser interesante el hecho que un poderoso demonio haya vuelto a hacer de las suyas a través del mundo?- inquirió Zemeri con un tono duro.
-Es interesante por el simple hecho de que no hay un sirviente sin un amo- replicó rápidamente Istel. Su cara había virado de la sorpresa a la preocupación, de la misma manera.-Debo enviar un grupo de exploradores
-Istel, ambos sabemos lo que hay en Phest. Particularmente en Rhia. No lograrán salir vivos- dijo severamente Zemeri.
-¿Por qué crees que los manda?- preguntó con ironía Naldir, quién se había acercado a la discusión entre el Mago y el Caballero.
-No puedes estar hablando en se...- dijo el elfo, que dificilmente se podía mantener en pié.
-¡Solo así podré saberlo!- dijo Istel cortante, subiendo el tono de voz. Sus ojos grises fueron hacia el cielo, bucando una respuesta en los designios celestiales, pero el cielo estaba muy ocupado combatiendo a sus propios demonios. Istel y Naldir bajaron las escaleras del templo y se dirigieron a la puerta principal, para organizar los últimos detalles.
Los tambores de la guerra suenan a la cercanía y los estandartes se asoman en el horizonte. La guerra había llegado a Erenir. Los orcos, fieles mensajeros de la batalla, enemigos eternos de la raza humana, habían sido más que fieles a su propósito. Viven para la guerra y no necesitan nada más. Esa sed de sangre característica de su raza había escapado a la purificación que imponía la Barrera sobre ellos.
-Al fin, la hora ha llegado. No podía esperar más- dijo Zemeri. Sus ojos tornaban a ese tono de escarlata tan familiar. En vísperas de la batalla, los ánimos de todos estaban exaltados.
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jujo
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MensajeTema: Re: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S EmptyJue Nov 13, 2008 3:41 am

Capítulo 8: La Resolución de Naldir
Naldir tomó su lugar junto a los otros paladines. Pero de alguna manera, se sentía incompleto. Istel no se encontraba a su lado, como era usual en tiempos anteriores. Su lugar se encontraba en las filas secundarias, con los Regulares. "Nosotros no necesitamos a nadie. Somos la Orden de Atriel. Solo nuestra fé y nuestras almadenas bastan para purificar a los impíos e impuros de corazón" pensó Naldir. Ya el grueso del ejército había salido de la ciudad y se agolpaba en las cercanías de los portales de la ciudad-fortaleza, formando sucesivas filas en su frente.
El paladín se subió a su montura y logró ver a las primeras filas de los orcos formandose al otro lado de la planicie, manteniendo en alto sus estandartes rojos que oscilaban ligeramente a causa del viento. El cese del sonido de los tambores marcaba el cese de la marcha del ejército, que se acercaba amenazante a la primera fila poblada de túnicas blancas e insignias carmesí. Los orcos distinguieros las insignias que gritaban deseperadamente "¡Guerra!" en los pechos de los paladines y emitieron un rugido gutural que provenía de lo más profundo de sus entrañas, rugido que los chamanes comprendieron a la perfección. El Clan Shanze comenzó a moverse hacia el frente, con un estrépito de lanza y escudo, lentamente. Los rituales de magia vudú eran altamente complejos. Para alguien que nunca había presenciado uno, podrían describirse como un balbuceo incomprensible dispensado por locos enmascarados, pero ellos consideran lo que la máscara oculta, no lo que puede revelar. Muy pocos saben con exactitud que hay detrás de la máscara de un chaman del Paso Shanze, y esos pocos le piden a su mente demasiado cuando alguien les pregunta que hay detrás de esas horrendas máscaras.
Naldir logró ver este audaz movimiento desde la altura que le brindaba su montura y una gota de sudor frío recorrió su espina. Se aferró fuertemente a las riendas y les dió un tirón, orientando a su corcel hacia la derecha, enfrentándose a la fila de Paladines. "Creo que es hora de un pequeño discurso" pensó Naldir.
-¡Paladines! ¡Miembros de la Orden! Todos me conocen, y saben muy bien que no tolero el fracaso, y el fracaso no ha estado muy preocupado en intentar hacer amistades conmigo- dijo con una sonrisa en el rostro.
-¡Caballeros, a mi me gusta la guerra!- continuó confiado Naldir. Ya tenía toda la atención de la tropa. Las miradas de los paladines se concentraban en su líder y lo seguían lado a lado.
-¡Me gusta el caos de las primeras filas cuando chocan desesperadamente con sus espadas en alto y sus escudos. Cuando la primera gota de sangre es derramada y los miembros comienzan a volar por el aire, eso trae el fuego de nuevo a mi corazón, y hace que mi alma comienze a bailar!
Las sonrisas en los rostros de los paladines le decían a Naldir que lo estaba logrando.
-¡Y esa penosa resistencia...- dijo señalando a los orcos- que correrá hacia nosotros en una repentina llamarada de gloria no hara nada mas que chocar contra nuestros escudos y caer bajo el peso de nuestros martillos!
Los tambores orcos acompañaban desde el fondo la resolución de Naldir, acompasando el avanze del primer cuerpo del ejército orco. Los rituales y las bromas habían terminado, pero no Naldir.
-¡Asi que les mostraremos que hay cosas entre el cielo y la tierra que ellos pensaron que no podían existir! ¡Entonces caballeros, ¿ustedes también quieren guerra?!- preguntó el Paladín a sus camaradas. Un nuevo rugido de los orcos daría comienzo a la danza de la guerra. La marcha de los invasores a lo largo de la planicie que separaba a los dos ejércitos era lenta, como el acecho de los cuervos quienes buscan arremeter contra el viajero perdido que vaga errante en el desierto. El primer cuerpo de la horda levantó el paso apresuradamente, solo demostrando uso de fuerza, para chocar con la División de Paladines. Su paso hacía sacudir la tierra, tal y como lo haría el mas poderoso de los terremotos.
-¡Formación de lanza!- gritó Naldir a la sanguinaria Orden. El batallón se movió rapidamente hacia atras, dejando a Naldir en la punta de la formación. Los paladines tenían sus almadenas preparadas, en posición defensiva. Los martillos sagrados clamaban guerra tanto como sus dueños, quienes esperaban ansiosos.
-Y asi...- dijo Istel que acompañaba a los Regulares desde el flanco izquierdo. Su mirada lograba ver más allá de la carne y el hueso del cuerpo de Naldir, llegando directamente a su corazon. No logró ver miedo ahi, pero el patriotismo y el coraje brotaban impunemente e impregnaba al resto del batallón.
-...comienza!- gritó Naldir a los Paladines, que levantaron los martillos y gritaron "¡Guerra!" al unisono- Muy bien perras... ahora les mostraremos nuestro castigo divino.
En el desierto, un escorpión se aventura lentamente de su madriguera, a causa de un leve temblor que aumentaba su intensidad a medida que cruzaba el mar, agitando las aguas fuertemente. El choque entre las fuerzas más poderosas del mundo pareció sacudir los cimientos del mundo mismo. El tiempo parecia detenerse mientras la almadena de Naldir descendía, con un entusiasmo galopante, sobre la cabeza del primer orco a su alcance. ¡Qué hermosura! ¡Que precioso instante de fuego y sangre, carne y agua, sudor y lágrimas! Pero no era tiempo para regodearse en sed de sangre, la segunda línea se aproximaba rapidamente, envuelta en un velo de ira carmesí, a vengar a sus guerreros. Caerían igual de rápido, sería una verdadera pena.
-Bueno, ese ha sido un muy buen comienzo. Y Naldir aún pelea bien, se ve que no ha perdido el toque- dijo Dalubris, quién contemplaba la escena con una sonrisa cruzándole el rostro.
-¿Cuándo entramos en combate, Dalubris?- inquirió Valentine expectante. Era hora de probar su valía.- Simplemente no puedo...
-¡¿Qué hacen aquí?! ¡No pueden...- espetó un soldado recién llegado, designado a custodiar los alrededores.
-¡No me interrumpas!- gritó Valentine, mientras se encargaba de calcinarlo con un rayo conjurado desde su mano. El soldado ya no interrumpiría, ya no haría nada en lo que a eso respecta.
-Me imaginé que ibas a estar emocionado, pero nunca me imaginé cuán emocionado. Y tú... no necesitarás esto- bromeó Dalubris al tiempo que le arrancaba un brazo al guardia.- De todas maneras... me gusta la carne bien asada.
La sangre hervía en el campo de batalla, mientras Naldir y la División se abría paso entre las filas orcas a fuerza de puro músculo. El avance de Naldir era implacable, a la vez que los orcos parecían en retirada. Sin embargo, la Formación de Lanza tiene sus desventajas. En el avanza, los vértices del triángulo tienden a replegarse en las líneas del fondo, dejando los flancos completamente expuestos para que el enemigo encierre y aísle al cuerpo ejecutante de la Formación de Lanza. Los chamanes entendieron esa teoría a la perfección y con un rugido potente ordenaron a la falsa retirada frenar en seco y encarar a los Paladines, mientras las rezagadas lineas de los orcos completaban la maniobra de flanqueo y se ocupaban de las espaldas de la Divisíon.
-Naldir, creo que tenemos un problema- dijo un paladín. Esa afirmación no estaba tan lejos de la verdad. Bajo el ardiente sol, los espacios estaban estrechos, tanto que ni un ratón podría pasar entre las piernas de la División. El enemigo tenía la iniciativa ahora, y su sanguinaria respuesta no se haría esperar. Un chillido agudo rompe el silencio, acompasando el salto de un pequeño trasgo, quién se atreve a imponerse sobre la División. Los paladines sonríen y contienen la carcajada, pugnando por salir de sus barbudas bocas. Uno da un paso hacia a delante, para darle la bienvenida. Sería una calida bienvenida, cálida como la propia sangre que corría apresuradamente por sus venas. Pero Naldir sabía que algo andaba mal. Al soldado se le hizo tarde, se detuvo en seco, como paralizado. El rugido de los chamanes significó tantas cosas.



bueno el capitulo 8 todabia no termino pero es lo que tengo hasta ahora. espero que lo disfruten
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Seeker
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MensajeTema: Re: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S EmptyVie Nov 14, 2008 3:39 am

Bueno, supongo qe una buena manera de presentarme es esta no ? xD

Soy el amigo de jujo, el creador de la historia. El me hizo el favor de postearla aca, porque creí interesante y al útil que me pateen un poco el trasero con criticas. Es la verdadera manera de hacer qe las cosas avanzen y evolucionen.

Por lo tanto para eso esta !
Ah, disculpen la ausencia de los capitulos 1 y 2, los estoy cocinando todavía y como pasa mucho, quiero qe queden bien.

Bueno, desde ya, muchas gracias y epsero criticas, sugerencias, comentarios, alabanzas... pero más qe nada críticas =P

Saludos/Suerte !
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ROTALAU
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MensajeTema: Re: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S EmptySáb Nov 15, 2008 6:00 am

pues felicidades amigo jeje me gusto mucho la historia jeje
por favor continuenla lol!
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MensajeTema: Re: la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S   la verdad ahora que lo pienso nunca puse un titulo :S Empty

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